PARIS.- Cuando los economistas hablan del desempleo en Europa suelen olvidar que, detrás del fría cifra de 9,5% (el porcentaje de la población activa afectada), hay 23 millones de personas que sufren un verdadero drama humano.
Ante el brutal freno de la economía, los dispositivos europeos de seguridad social fueron modificados para amortiguar el impacto en el empleo.
Pero en muchos casos, esos esfuerzos han sido insuficientes y los nuevos "desheredados de la crisis" deben enfrentar no sólo una situación laboral bloqueada, sino una drástica reducción del presupuesto familiar, que, además de generar situaciones de penuria, mina la voluntad y deja profundas huellas psicológicas. Los desocupados muestran la otra cara de la imagen de la Europa opulenta y pujante.
En Gran Bretaña, las indemnizaciones de desempleo son tan bajas que John Finnagan, ex trabajador de una agencia gubernamental especializada en alojamientos sociales, tardó dos meses en solicitarlas. "En total cobraré exactamente 68 libras [106 dólares] por semana -dijo telefónicamente a LA NACION-. Es prácticamente nada."
Cualquiera sea el sueldo precedente, la indemnización es la misma para todos. Pero el sistema británico es más generoso de lo que parece: el Estado asume los aportes jubilatorios. También puede hacerse cargo del alquiler, a condición de que el desempleado no tenga ahorros importantes o que su pareja no gane demasiado dinero. Para los propietarios, como John, el pago de los intereses del préstamo inmobiliario también puede ser cubierto en ciertas condiciones.
A los 39 años, este padre de una niña de tres años trata de ser optimista, a pesar de que sabe que el sistema de seguridad social de su país es limitado y que hay que adaptarse.
Como tantos otros en el resto de Europa, ha decidido trabajar por su cuenta como consultor y ya tiene una pista seria para comenzar. Pero en momentos en que la desocupación alcanza el 7,7% en Gran Bretaña, la cifra más alta desde 1996, el acceso al mercado del trabajo no es ni la sombra de lo que fue hace 15 años.
A medio tiempo
Con 29 años, la barba hirsuta y cabello peinado con esmero, el alemán Wolfgang tiene la cara marcada por la fatiga. Durante los seis primeros meses de 2009, ese gigante de casi dos metros trabajó a medio tiempo antes de quedarse sin empleo. Operario en una fábrica automotriz en Berlín, Wolfgang estuvo en Kurzarbeit (jornada reducida), como los 3000 colegas de su empresa.
Esa fórmula, que se multiplicó últimamente en Alemania, permite que la agencia del empleo pague 60% del ingreso neto de un asalariado (67% si se tiene un hijo). "Esa es la red de salvación que protege a los empleados alemanes de la crisis", dice. El beneficio dura hasta 18 meses.
Desde hace un año, Wolfgang, su mujer Arianne y su pequeña de dos años, Kristin, se ajustan el cinturón y tratan de vivir con los 1776 dólares mensuales. Todos los sacrificios son válidos para poder pagar el crédito del pequeño departamento que compraron hace poco: "Son casi 683 dólares por mes: con mi salario anterior era fácil. Con lo que cobro ahora, es casi imposible", explica. "Ni siquiera agregando la subvención familiar de 224 dólares por mes que recibimos por Kristin", añade.
La pareja postergó todos sus proyectos inmediatos. Ni vacaciones en Italia, ni compra de muebles nuevos. Se terminaron los fines de semana con amigos en el mar Báltico, hacen sus compras en los supermercados de descuento. Y es sólo el comienzo.
En junio próximo, Wolfgang perderá su seguro de desempleo y sus ingresos disminuirán velozmente hasta percibir la subvención mínima de 471 dólares por mes: "Un poco más de 1366 dólares por mes con las ayudas sociales a la familia. ¡Ese será el comienzo de la miseria!", se queja.
"¡Si es necesario, robaré!", afirma Pedro, un ex conductor de autobuses español que vive en Espera, donde comparte la vivienda con un hermano y sus padres, todos desocupados.
Entre los 4000 habitantes de esa localidad andaluza hay 80% de desempleados. Hasta hace dos años, la familia vivía en un departamento modesto, con trabajo y sin limitaciones. Poco a poco han sido alcanzados por la pobreza.
"Es duro -confiesa la madre de los muchachos-. Antes no nadábamos en oro, pero ahora estamos obligados a prestar atención a todo. Yo no me compro más ropa, no voy al peluquero, he dejado de comprar carne?"
Sus hijos reciben 956 euros cada uno de seguro de desempleo, pero la familia gasta prácticamente la mitad en un crédito inmobiliario para no perder la casa.
"Voy a volver a trabajar a la tierra. Y los extranjeros, que se vayan. Cada uno con su problema", resume Pedro. Su primo Martín, que no puede soportar la humillación de verse mantenido por su esposa, que trabaja como empleada doméstica, quiere partir: "Iré adonde pueda trabajar".
Reformas
En Francia, que tiene casi 4 millones de desocupados, la situación es igual de dramática. Además de los nuevos desempleados que engrosan diariamente las listas de la Seguridad Social, en el curso de 2010, un millón de desocupados perderán sus derechos, resultado de las reformas emprendidas por el gobierno de derecha de Nicolas Sarkozy.
De esa cifra, sólo el 38% debería beneficiarse con los mecanismos de solidaridad social: la Subvención Específica de Solidaridad (ASS) y el Ingreso Mínimo de Inserción (RMI), ambos sometidos a ciertas condiciones de ingresos del grupo familiar.
"En total, 600.000 personas pasarán a depender exclusivamente de la ayuda familiar, con un sensible aumento de la pobreza en Francia", dice un documento del organismo de fomento Polo Empleo.
Desde hace dos años, Ahmed Bensaïd es uno de esos franceses en estado de extrema precariedad que reciben el RMI: "538 dólares, más una subvención para la vivienda de 341 dólares", precisa. A pesar de una formación de contador, Ahmed, de 49 años, ha conocido sobre todo trabajos de obrero y no ha recibido un solo ofrecimiento desde hace un año.
"Yo pertenezco a la categoría senior? Ni vale la pena esperar. La reunión mensual con el Polo Empleo dura diez minutos, nunca me proponen nada", dice con resignación.
Hace un mes le propusieron un contrato precario de obrero en una fábrica a 90 kilómetros de su casa: "Sin auto, por sólo tres meses. ¿Cómo podía decir que sí?"
Ahmed seguirá sobreviviendo gracias al RMI. Como otros 23 millones de europeos, de esa forma podrá hacer frente a la pobreza con un mínimo de dignidad, en el vientre del espacio más opulento del planeta.
El seguro en la Argentina, un beneficio devaluado
Quienes sufren una situación de desempleo y hayan tenido una ocupación formal en relación de dependencia pueden acceder al pago de un seguro estatal.
Se trata de una prestación del sistema de seguridad social, que, más allá de las restricciones existentes para el acceso -para los informales o quienes no han tenido nunca un empleo hay otras prestaciones, pero con requisitos que las hacen no universales-, quedó desfasada en los últimos años por la falta de actualización de los montos.
La asignación, financiada con contribuciones empresariales, se define en la teoría como el 50% del mejor salario percibido en los seis meses previos a la cesantía laboral. Pero la cifra debe enmarcarse en los límites mínimo y máximo dispuestos, que hoy son de 250 y 400 pesos, respectivamente. Dado que el salario mínimo está en 1500 pesos, la prestación es, finalmente, de 400, tras haber perdido aquella relación pretendida con lo que la persona ganaba en actividad. En la práctica, representa un 13% del salario en blanco promedio de la actividad privada.
La inclusión en el seguro abarca otros beneficios: se mantiene la afiliación a una obra social; se computan los períodos para los aportes jubilatorios y se continúa con el cobro de las asignaciones familiares, que sí mejoraron en los últimos años: hoy, la prestación por hijo es de 180 pesos, y se eleva a 720 si se trata de un niño (o adulto a cargo) discapacitado.
El seguro se cobra durante no más de 12 meses, pero para llegar a ese período máximo hay que haber estado con un contrato formal al menos 3 años antes del despido o de la situación causante del desempleo. El monto de 400 pesos rige hasta el cuarto mes y luego se reduce.
Durante 2009, se liquidaron en promedio cerca de 140.000 prestaciones mensuales. Ese número equivale a un 10% de la cantidad de desocupados que el Gobierno reconoce.
En el caso de los informales, con ocupación o sin ella, el panorama cambió significativamente en diciembre último. Desde entonces, este segmento poblacional está alcanzado por el pago de la asignación por hijo de 180 pesos, hasta un máximo de cinco por familia. Esto no incluye, claro, a quienes no tienen menores a cargo.
Existen planes que otorgan recursos a desempleados más allá del requisito de las cargas de familia. El Seguro de Capacitación y Empleo del Ministerio de Trabajo prevé una asignación mensual de 225 pesos, contra el compromiso de asistir a programas de orientación laboral, y de estar activo en la búsqueda de empleo. A este programa fueron transferidos unos 100.000 ex beneficiarios del plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados.
El problema es que, salvo excepciones, el plan no se abrió en forma generalizada para permitir el acceso de quienes no estaban en aquel programa, algo que deja de reconocer el carácter dinámico que tiene la situación laboral en la vida de las personas, en especial de las menos instruidas, y sobre todo, en tiempos de crisis de la economía.
Fuente: Silvia Stang, Luisa Corradini para La Nación. com
Ante el brutal freno de la economía, los dispositivos europeos de seguridad social fueron modificados para amortiguar el impacto en el empleo.
Pero en muchos casos, esos esfuerzos han sido insuficientes y los nuevos "desheredados de la crisis" deben enfrentar no sólo una situación laboral bloqueada, sino una drástica reducción del presupuesto familiar, que, además de generar situaciones de penuria, mina la voluntad y deja profundas huellas psicológicas. Los desocupados muestran la otra cara de la imagen de la Europa opulenta y pujante.
En Gran Bretaña, las indemnizaciones de desempleo son tan bajas que John Finnagan, ex trabajador de una agencia gubernamental especializada en alojamientos sociales, tardó dos meses en solicitarlas. "En total cobraré exactamente 68 libras [106 dólares] por semana -dijo telefónicamente a LA NACION-. Es prácticamente nada."
Cualquiera sea el sueldo precedente, la indemnización es la misma para todos. Pero el sistema británico es más generoso de lo que parece: el Estado asume los aportes jubilatorios. También puede hacerse cargo del alquiler, a condición de que el desempleado no tenga ahorros importantes o que su pareja no gane demasiado dinero. Para los propietarios, como John, el pago de los intereses del préstamo inmobiliario también puede ser cubierto en ciertas condiciones.
A los 39 años, este padre de una niña de tres años trata de ser optimista, a pesar de que sabe que el sistema de seguridad social de su país es limitado y que hay que adaptarse.
Como tantos otros en el resto de Europa, ha decidido trabajar por su cuenta como consultor y ya tiene una pista seria para comenzar. Pero en momentos en que la desocupación alcanza el 7,7% en Gran Bretaña, la cifra más alta desde 1996, el acceso al mercado del trabajo no es ni la sombra de lo que fue hace 15 años.
A medio tiempo
Con 29 años, la barba hirsuta y cabello peinado con esmero, el alemán Wolfgang tiene la cara marcada por la fatiga. Durante los seis primeros meses de 2009, ese gigante de casi dos metros trabajó a medio tiempo antes de quedarse sin empleo. Operario en una fábrica automotriz en Berlín, Wolfgang estuvo en Kurzarbeit (jornada reducida), como los 3000 colegas de su empresa.
Esa fórmula, que se multiplicó últimamente en Alemania, permite que la agencia del empleo pague 60% del ingreso neto de un asalariado (67% si se tiene un hijo). "Esa es la red de salvación que protege a los empleados alemanes de la crisis", dice. El beneficio dura hasta 18 meses.
Desde hace un año, Wolfgang, su mujer Arianne y su pequeña de dos años, Kristin, se ajustan el cinturón y tratan de vivir con los 1776 dólares mensuales. Todos los sacrificios son válidos para poder pagar el crédito del pequeño departamento que compraron hace poco: "Son casi 683 dólares por mes: con mi salario anterior era fácil. Con lo que cobro ahora, es casi imposible", explica. "Ni siquiera agregando la subvención familiar de 224 dólares por mes que recibimos por Kristin", añade.
La pareja postergó todos sus proyectos inmediatos. Ni vacaciones en Italia, ni compra de muebles nuevos. Se terminaron los fines de semana con amigos en el mar Báltico, hacen sus compras en los supermercados de descuento. Y es sólo el comienzo.
En junio próximo, Wolfgang perderá su seguro de desempleo y sus ingresos disminuirán velozmente hasta percibir la subvención mínima de 471 dólares por mes: "Un poco más de 1366 dólares por mes con las ayudas sociales a la familia. ¡Ese será el comienzo de la miseria!", se queja.
"¡Si es necesario, robaré!", afirma Pedro, un ex conductor de autobuses español que vive en Espera, donde comparte la vivienda con un hermano y sus padres, todos desocupados.
Entre los 4000 habitantes de esa localidad andaluza hay 80% de desempleados. Hasta hace dos años, la familia vivía en un departamento modesto, con trabajo y sin limitaciones. Poco a poco han sido alcanzados por la pobreza.
"Es duro -confiesa la madre de los muchachos-. Antes no nadábamos en oro, pero ahora estamos obligados a prestar atención a todo. Yo no me compro más ropa, no voy al peluquero, he dejado de comprar carne?"
Sus hijos reciben 956 euros cada uno de seguro de desempleo, pero la familia gasta prácticamente la mitad en un crédito inmobiliario para no perder la casa.
"Voy a volver a trabajar a la tierra. Y los extranjeros, que se vayan. Cada uno con su problema", resume Pedro. Su primo Martín, que no puede soportar la humillación de verse mantenido por su esposa, que trabaja como empleada doméstica, quiere partir: "Iré adonde pueda trabajar".
Reformas
En Francia, que tiene casi 4 millones de desocupados, la situación es igual de dramática. Además de los nuevos desempleados que engrosan diariamente las listas de la Seguridad Social, en el curso de 2010, un millón de desocupados perderán sus derechos, resultado de las reformas emprendidas por el gobierno de derecha de Nicolas Sarkozy.
De esa cifra, sólo el 38% debería beneficiarse con los mecanismos de solidaridad social: la Subvención Específica de Solidaridad (ASS) y el Ingreso Mínimo de Inserción (RMI), ambos sometidos a ciertas condiciones de ingresos del grupo familiar.
"En total, 600.000 personas pasarán a depender exclusivamente de la ayuda familiar, con un sensible aumento de la pobreza en Francia", dice un documento del organismo de fomento Polo Empleo.
Desde hace dos años, Ahmed Bensaïd es uno de esos franceses en estado de extrema precariedad que reciben el RMI: "538 dólares, más una subvención para la vivienda de 341 dólares", precisa. A pesar de una formación de contador, Ahmed, de 49 años, ha conocido sobre todo trabajos de obrero y no ha recibido un solo ofrecimiento desde hace un año.
"Yo pertenezco a la categoría senior? Ni vale la pena esperar. La reunión mensual con el Polo Empleo dura diez minutos, nunca me proponen nada", dice con resignación.
Hace un mes le propusieron un contrato precario de obrero en una fábrica a 90 kilómetros de su casa: "Sin auto, por sólo tres meses. ¿Cómo podía decir que sí?"
Ahmed seguirá sobreviviendo gracias al RMI. Como otros 23 millones de europeos, de esa forma podrá hacer frente a la pobreza con un mínimo de dignidad, en el vientre del espacio más opulento del planeta.
El seguro en la Argentina, un beneficio devaluado
Quienes sufren una situación de desempleo y hayan tenido una ocupación formal en relación de dependencia pueden acceder al pago de un seguro estatal.
Se trata de una prestación del sistema de seguridad social, que, más allá de las restricciones existentes para el acceso -para los informales o quienes no han tenido nunca un empleo hay otras prestaciones, pero con requisitos que las hacen no universales-, quedó desfasada en los últimos años por la falta de actualización de los montos.
La asignación, financiada con contribuciones empresariales, se define en la teoría como el 50% del mejor salario percibido en los seis meses previos a la cesantía laboral. Pero la cifra debe enmarcarse en los límites mínimo y máximo dispuestos, que hoy son de 250 y 400 pesos, respectivamente. Dado que el salario mínimo está en 1500 pesos, la prestación es, finalmente, de 400, tras haber perdido aquella relación pretendida con lo que la persona ganaba en actividad. En la práctica, representa un 13% del salario en blanco promedio de la actividad privada.
La inclusión en el seguro abarca otros beneficios: se mantiene la afiliación a una obra social; se computan los períodos para los aportes jubilatorios y se continúa con el cobro de las asignaciones familiares, que sí mejoraron en los últimos años: hoy, la prestación por hijo es de 180 pesos, y se eleva a 720 si se trata de un niño (o adulto a cargo) discapacitado.
El seguro se cobra durante no más de 12 meses, pero para llegar a ese período máximo hay que haber estado con un contrato formal al menos 3 años antes del despido o de la situación causante del desempleo. El monto de 400 pesos rige hasta el cuarto mes y luego se reduce.
Durante 2009, se liquidaron en promedio cerca de 140.000 prestaciones mensuales. Ese número equivale a un 10% de la cantidad de desocupados que el Gobierno reconoce.
En el caso de los informales, con ocupación o sin ella, el panorama cambió significativamente en diciembre último. Desde entonces, este segmento poblacional está alcanzado por el pago de la asignación por hijo de 180 pesos, hasta un máximo de cinco por familia. Esto no incluye, claro, a quienes no tienen menores a cargo.
Existen planes que otorgan recursos a desempleados más allá del requisito de las cargas de familia. El Seguro de Capacitación y Empleo del Ministerio de Trabajo prevé una asignación mensual de 225 pesos, contra el compromiso de asistir a programas de orientación laboral, y de estar activo en la búsqueda de empleo. A este programa fueron transferidos unos 100.000 ex beneficiarios del plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados.
El problema es que, salvo excepciones, el plan no se abrió en forma generalizada para permitir el acceso de quienes no estaban en aquel programa, algo que deja de reconocer el carácter dinámico que tiene la situación laboral en la vida de las personas, en especial de las menos instruidas, y sobre todo, en tiempos de crisis de la economía.
Fuente: Silvia Stang, Luisa Corradini para La Nación. com
No hay comentarios:
Publicar un comentario