sábado, 31 de octubre de 2009

POBREZA ES SINONIMO DEL CHACO

¿Que hacer para erradicar la desigualdad, el olvido, la desidia, la indiferencia, el genocidio silencioso a la que son sometidos una gran porción de la población de la provincia? Hay que decir que ante un problema lo primero hay que reconocerlo, afrontarlo y combatirlo. Los gobiernos de turno, sea del partido político que fuera, lo reconocen, en parte, pero no implementan ninguna medida a conciencia, efectiva, seria, responsable. Desde este medio no se dice que la tarea sea sencilla ni fácil, pero este problema viene desde hace mucho tiempo, no es una novedad, y los gobernantes lo sabían antes de asumir. Así que deben hacerse cargo de la cuestión inmediatamente, sin postergaciones. El hambre no sabe nada de espera. Mata, si: mata. Lenta y silenciosamente. El olvido, el desamparo son las peores recetas para dar fin a este flagelo que lleva décadas.
La nota siguiente la hizo Jorge Otaola, corresponsal de la agencia Reuters (Alemania) el 3 de octubre de 2007. Lo dramático es que lo pudo haber hecho cualquier cronista en los últimos 30 años y hubiese tenido la misma vigencia, la misma cruda realidad. Este artículo fue cedido gentilmente por el Centro de Estudios Nelson Mandela. Lean y después reflexionemos sobre que cosas debemos tomar prioritarias:
El sol de la primavera calienta los interminables barrios de precarias casillas y es el único aliado de las miles de familias que sobreviven, ya casi sin esperanza, en la zona más pobre de Argentina.
intransitables callejuelas de tierra, pasillos angostos llenos de lodo, casillas de chapa y cartón que apenas resisten algunas pocas gotas de lluvia y se destruyen con el granizo. Desnutrición y pobreza es todo lo que se ve en los alrededores de Resistencia, capital de la norteña provincia del Chaco.
Sin subsidios estatales, prácticamente marginados de los sistemas de salud y un ingreso diario de dos a tres dólares por algún trabajo informal, la mayoría de los pobladores enfrentan la vida sin muchas armas.
A la histórica falta de un polo de desarrollo industrial en la provincia, se sumó en los últimos años el avance de la soja, que desplazó al algodón, que requiere mucha mano de obra.
Eso hace que, cada día, del interior de la provincia sean expulsadas unas 14 familias. La mitad va camino a otras provincias y el resto se amontona alrededor de Resistencia, a 1.050 kilómetros al norte de la rica Buenos Aires.
Allí vive Milagros, un niña de 2 años y una mirada angelical perdida. Detrás de una lona que hace las veces de puerta, se ve una superficie de apenas unos seis metros cuadrados, piso de tierra, sin agua potable ni luz eléctrica.
Está a su lado Marisel Rivas, su mamá, que carga en brazos a Ariatna, una beba desnutrida de 10 meses. Y se asoma Gustavo Herrera, también de 20 años y padre de las nenas.
La impotencia los hace llorar apenas se les pregunta cómo hacen para vivir. El mañana es una intriga. "A veces tenemos para la leche y a veces no", balbuceó Marisel entre lágrimas.
Una ayuda mensual -que suele ser una bolsa con alimentos primarios por un valor de unos 50 dólares- es la única presencia del Estado en sus vidas.
La esperanza de estas familias frente a las elecciones presidenciales de octubre en Argentina es nula. Lo único que entienden de política es que algunos candidatos los visitan antes de los comicios pero después desaparecen.
La firme marcha de la economía argentina, a tasas del 8 por ciento anual desde el 2003, ni siquiera les roza y hasta se encuentran en peores condiciones que décadas pasadas.
El ingreso anual por habitante en Chaco es de unos 1.800 dólares, frente a los 6.500 dólares promedio en todo el país, y la riqueza provincial se concentra en unas pocas manos.
La frágil figura de Alejandra López es un fiel reflejo de la situación, ya que con antecedentes de desnutrición acaba de ser madre de trillizas y comparte techo con su hija mayor y su esposo, que trabaja de lo que puede.
"Nosotros, de siempre con mis hermanos, fuimos desnutridos", relata Alejandra, de 20 años, agotada y demacrada.

TODO POR UN POCO DE AGUA
Los asentamientos se levantan sobre los alrededores de la ciudad. Una calle cualquiera puede ser interrumpida por una carpa que iniciará una larga fila de casillas. Y sólo algunos grifos comunitarios les dan agua potable.
Más de una vez, María Estobar, de 32 años, separada y con cinco hijos, pasa la noche junto al balde, viendo cómo se va llenando de a gotas, y en el verano la situación es aún peor.
Ya hay casi un centenar de asentamientos en las afueras de Resistencia, con unas 28.000 familias. Sin cifras oficiales, los organismos de derechos humanos calculan que allí pueden vivir fácilmente más de 112.000 personas, un número similar al que ostentan decenas de ciudades urbanizadas del país.
En esa zona la mayoría de los adultos no saben leer ni escribir y usan sus huellas digitales para firmar.
Los asentamientos son sólo un recorte de la situación general en Chaco, una provincia con 1,0 millón de habitantes, de los cuales casi la mitad vive bajo la línea de pobreza y casi el 24 por ciento en la indigencia, que implica que no les alcanza para comprar los nutrientes básicos.
Para la organización de derechos humanos "Centro Nelson Mandela", los peores indicadores sociales, económicos, sanitarios y educativos de Argentina están en Chaco, al nivel de cualquier país africano medio.
Los chicos andan descalzos, sin higiene y corriendo detrás de la nada. Con los ojos humedecidos, Gladys Muñoz explica que el Gobierno local termina de quitarles la única copa de leche diaria que daba a unos 100 niños.

RESISTIR
La zona del asentamiento llamada "Resistiré" es atravesada por una zanja con aguas servidas y basurales donde la gente compite con los animales en la búsqueda de alimentos.
Allí vive Jorge Ojeda, de 44 años y la educación secundaria casi completa. Pese a todo, Jorge está satisfecho porque consiguió carne desechada por un supermercado.
"Hay gente que está pasando una indigencia peor que la mía. Hay gente que prácticamente no tiene ni para comer y lo único que tiene es el basural", dijo Ojeda en medio del pulular de moscas.
Perros con sarna y algunos gatos comen de la misma mesa que los ocho miembros de la familia de Ojeda, que viven en una casilla que sobresale por su dimensión: 15 metros cuadrados.
Cabritos, cerdos, caballos y patos rodean la escena, en medio de un basural donde luego se separan cartones y botellas plásticas para venderlas por pocos centavos.
La provincia lidera algunos otros datos escalofriantes, como tener una recluida comunidad aborígen Toba, que en los últimos tiempos sufrió varias muertes por desnutrición.
"Tenemos la mayor desigualdad social del país (...) Es más que una pobreza estructural y sistémica, es tendencial porque genera cada vez más pobreza", afirmó el abogado Rolando Núñez, del Centro Mandela.
El alcoholismo y la drogadicción entre los adolescentes también abundan, especialmente por el consumo del desecho de la cocaína, llamado "paco" en Argentina.
A pocos kilómetros, separados por un gigantesco puente sobre el caudaloso Río Paraná, se levanta Corrientes, capital de la provincia homónima, que sufre un flagelo semejante.
El doctor Carlos Núñez Camelino explica que las parasitosis intestinales, los problemas dermatológicos y respiratorios son los más comunes entre los niños abrazados por la pobreza.
En Corrientes, un proyecto vial amenaza con expulsar a los pobladores del asentamiento ribereño "Arazaty", que tiene como único ingreso la pesca. Por ahora resisten allí.
"Hay veces que agarro mi canoa y me voy al medio del río y me pongo a llorar por la bronca que tengo", se resigna Daniel Chávez, cuyos 29 años no coinciden con el rasgo abatido de su rostro.
Nota de redacción Nala: la actitud que debemos tener ante estos hechos injustos, desgarradores y que generan impotencia no es la de la resignación. Podemos exigir que éste tema sea de agenda gubernamental. Pero no uno más. Debe ser el tema. La solución depende de todos, no solamente de los encargados del Poder Ejecutivo, si bien ellos tienen la potestad de decidir. Nosotros como población, como sociedad, tenemos la potestad de exigir que ellos, los funcionarios, cumplan con lo que la sociedad demanda como prioridad. ¿Cabe alguna duda que la pobreza del Chaco lo es?
Roberto Espinoza (ro_spinoza@yahoo.com.ar)

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