Los comerciantes no creen que los valores bajen y tampoco están dispuestos a ceder rentabilidad. Moreno redobló las trabas a la exportación.
El Gobierno volvió a la política de precios sugeridos para la carne y el pescado, pero la realidad lo supera. En las carnicerías, pescaderías y supermercados, los precios son, al menos, el doble y en algunos casos llegan a triplicar el valor oficial. Los representantes del sector dudan acerca de la posibilidad de poder alcanzar los precios fijados sin bajar la calidad. Los carniceros aducen que ya no tienen margen que perder. Mientras tanto, los consumidores esperan las baratas para conservar la carne dentro de la dieta y atenuar la pérdida de poder adquisitivo por el rebrote inflacionario. A dos semanas de Semana Santa, las pescaderías se preparan para recibir el aluvión de demanda, pero niegan poder cumplir con lo anunciado por la presidenta Cristina Fernández.
La escalada inflacionaria de la carne se frenó, en parte, por la falta de demanda. El Gobierno se valió del libreto de precios especiales para los cortes populares. Tal como ordenó el mes pasado el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, se dividió la oferta de carnes en tres tipos según su calidad: premium, media e inferior, y el valor de las dos últimas clases será el vigilado. A menos de un mes de aquel anuncio, la dependencia oficial difundió la lista de precios sugeridos para doce cortes de consumo masivo.
En una recorrida por las carnicerías y supermercados de la Capital Federal y el interior del país, Crítica de la Argentina comprobó que los comerciantes todavía no le hicieron caso al guardián de los precios. Los valores reales de la carne llegan a triplicar los sugeridos por el Gobierno. El presidente de la Cámara de Carnicerías porteñas, Alberto Williams, explicó que “en la Ciudad se venden carnes de calidad, con lo cual es difícil bajar tanto los precios, porque los fijados corresponden a carnes de baja calidad que en Buenos Aires no se consumen”.
Para Williams es una medida muy difícil de llevar a cabo y planteó que los carniceros tendrían que subir los precios del resto de los cortes para seguir la regla del Moreno. “Habrá que recuperar con los cortes de arriba”, aseguró el carnicero. Pero eso no sería sólo aumentar los premium sino también algunos de los más consumidos, como por ejemplo las milanesas.
Marta, de Barrio Norte, se identificó con Lita de Lázzari y lamentó: “Hoy por hoy hay que caminar, los precios están altos y nos venden lo que quieren, así que hay que buscar dónde conseguir algo que se acerque a nuestras posibilidades de consumo”. Marta recorría el supermercado Coto en busca de carne picada “barata”, pero se fue resignada y con las manos vacías porque sólo había picada de paleta cinco pesos más cara que la común que, en realidad, casi triplica el precio sugerido por el Gobierno.
Otra ama de casa, María del Carmen, rebaja sus pretensiones. “Con lo cara que está la carne ahora comemos una vez por semana”, dijo la señora, mientras señalaba su carrito donde predominaban las verduras y los lácteos. “No sé si acatarán las medidas del Gobierno, pero los argentinos no podemos pagar estos precios”, protestó María y siguió camino rumbo a la caja.
El listado de Moreno llegó en medio de la batalla por las exportaciones. El objetivo de la Rosada es abastecer el mercado interno y aumentar la oferta doméstica para que bajen los precios. Para eso, a partir del lunes, les cerraron las puertas a los exportadores que no pudieron vender todas sus carnes al exterior.
“El Gobierno intenta bajar los precios de los cortes populares, los del pecho del animal, que no se exportan. Esos son carnaza, roast beef, paleta, tapa de asado, pero todavía no se ven a esos precios”, detalló Carlos, carnicero del barrio de Boedo.
Fuera de la Capital Federal, los precios de la carne suelen ser más bajos. En la última semana, los habitantes de Azul, en provincia de Buenos Aires, se encontraron con la grata sorpresa de que el valor de la carne bajó “entre 6 y 8 pesos”, comentó el carnicero del supermercado Centro.
La retracción de la demanda empujó las rebajas para poder vender. Cristian, el propietario de la carnicería homónima en Beccar, contó que con los aumentos lo que más le costó vender fue el asado y tuvo que bajar su precio de $ 26 a $ 23 para ver si tentaba a sus clientes.
En la víspera de Semana Santa y antes de las subas estacionales, se fijó el precio para el kilo de merluza ($ 12,5) y de calamar ($ 6). Pero las pescaderías aseguran que es imposible cumplirlo. “Ojala a mí me lo vendieran a ese costo”, bromeó Silvia, de Puerto Palermo. Silvina, vendedora de El Tiburón, aseguró que la única forma de respetar ese precio es engañando al cliente. “A doce pesos te pueden vender un pescado que no se pudo exportar, todo desecho y que cuando el consumidor lo descongela no sirve para nada”, advirtió.
El Gobierno volvió a la política de precios sugeridos para la carne y el pescado, pero la realidad lo supera. En las carnicerías, pescaderías y supermercados, los precios son, al menos, el doble y en algunos casos llegan a triplicar el valor oficial. Los representantes del sector dudan acerca de la posibilidad de poder alcanzar los precios fijados sin bajar la calidad. Los carniceros aducen que ya no tienen margen que perder. Mientras tanto, los consumidores esperan las baratas para conservar la carne dentro de la dieta y atenuar la pérdida de poder adquisitivo por el rebrote inflacionario. A dos semanas de Semana Santa, las pescaderías se preparan para recibir el aluvión de demanda, pero niegan poder cumplir con lo anunciado por la presidenta Cristina Fernández.
La escalada inflacionaria de la carne se frenó, en parte, por la falta de demanda. El Gobierno se valió del libreto de precios especiales para los cortes populares. Tal como ordenó el mes pasado el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, se dividió la oferta de carnes en tres tipos según su calidad: premium, media e inferior, y el valor de las dos últimas clases será el vigilado. A menos de un mes de aquel anuncio, la dependencia oficial difundió la lista de precios sugeridos para doce cortes de consumo masivo.
En una recorrida por las carnicerías y supermercados de la Capital Federal y el interior del país, Crítica de la Argentina comprobó que los comerciantes todavía no le hicieron caso al guardián de los precios. Los valores reales de la carne llegan a triplicar los sugeridos por el Gobierno. El presidente de la Cámara de Carnicerías porteñas, Alberto Williams, explicó que “en la Ciudad se venden carnes de calidad, con lo cual es difícil bajar tanto los precios, porque los fijados corresponden a carnes de baja calidad que en Buenos Aires no se consumen”.
Para Williams es una medida muy difícil de llevar a cabo y planteó que los carniceros tendrían que subir los precios del resto de los cortes para seguir la regla del Moreno. “Habrá que recuperar con los cortes de arriba”, aseguró el carnicero. Pero eso no sería sólo aumentar los premium sino también algunos de los más consumidos, como por ejemplo las milanesas.
Marta, de Barrio Norte, se identificó con Lita de Lázzari y lamentó: “Hoy por hoy hay que caminar, los precios están altos y nos venden lo que quieren, así que hay que buscar dónde conseguir algo que se acerque a nuestras posibilidades de consumo”. Marta recorría el supermercado Coto en busca de carne picada “barata”, pero se fue resignada y con las manos vacías porque sólo había picada de paleta cinco pesos más cara que la común que, en realidad, casi triplica el precio sugerido por el Gobierno.
Otra ama de casa, María del Carmen, rebaja sus pretensiones. “Con lo cara que está la carne ahora comemos una vez por semana”, dijo la señora, mientras señalaba su carrito donde predominaban las verduras y los lácteos. “No sé si acatarán las medidas del Gobierno, pero los argentinos no podemos pagar estos precios”, protestó María y siguió camino rumbo a la caja.
El listado de Moreno llegó en medio de la batalla por las exportaciones. El objetivo de la Rosada es abastecer el mercado interno y aumentar la oferta doméstica para que bajen los precios. Para eso, a partir del lunes, les cerraron las puertas a los exportadores que no pudieron vender todas sus carnes al exterior.
“El Gobierno intenta bajar los precios de los cortes populares, los del pecho del animal, que no se exportan. Esos son carnaza, roast beef, paleta, tapa de asado, pero todavía no se ven a esos precios”, detalló Carlos, carnicero del barrio de Boedo.
Fuera de la Capital Federal, los precios de la carne suelen ser más bajos. En la última semana, los habitantes de Azul, en provincia de Buenos Aires, se encontraron con la grata sorpresa de que el valor de la carne bajó “entre 6 y 8 pesos”, comentó el carnicero del supermercado Centro.
La retracción de la demanda empujó las rebajas para poder vender. Cristian, el propietario de la carnicería homónima en Beccar, contó que con los aumentos lo que más le costó vender fue el asado y tuvo que bajar su precio de $ 26 a $ 23 para ver si tentaba a sus clientes.
En la víspera de Semana Santa y antes de las subas estacionales, se fijó el precio para el kilo de merluza ($ 12,5) y de calamar ($ 6). Pero las pescaderías aseguran que es imposible cumplirlo. “Ojala a mí me lo vendieran a ese costo”, bromeó Silvia, de Puerto Palermo. Silvina, vendedora de El Tiburón, aseguró que la única forma de respetar ese precio es engañando al cliente. “A doce pesos te pueden vender un pescado que no se pudo exportar, todo desecho y que cuando el consumidor lo descongela no sirve para nada”, advirtió.
Fuente: Crítica de la Argentina
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