Educación: ideología, hechos y palabras
En su libro La tragedia educativa, de Guillermo Jaim Etcheverry (publicado en 1999), su autor plantea que el tema “Educación” está presente y aparece como prioritario en todos los discursos de todos los dirigentes, oficialistas u opositores. Pero plantea también –con ejemplos claros y concretos, con estadísticas fiables, con datos contundentes- que dicha preocupación es meramente discursiva, pues la realidad indica lo contrario. El deslumbramiento ante el éxito fácil y seguro y el gusto casi obsesivo por lo inmediato, lo superficial y lo “divertido” que atraviesan el tejido social, se oponen a los valores que conllevan el estudio y el trabajo. La clase dirigente adhiere a esa “cultura” anti-educativa con las políticas que sostiene desde el gobierno o desde distintos espacios de poder.
Por otra parte, el profesor Francisco Romero (actual ministro de Educación provincial), en su libro Culturicidio, vincula la misma tragedia con las políticas capitalistas liberales que generaron durante más de treinta años pobreza, indigencia, exclusión social y dependencia de los centros de poder mundiales, no sólo en la Argentina sino en toda América Latina.
Menciono estos textos para encuadrar el actual conflicto que el gobierno provincial mantiene con los docentes. Cabe recordar que en otras provincias también el escenario es tanto o más conflictivo que en la nuestra. Y es lógico que así sea pues, más allá de las permanentes y justificadas críticas a la década menemista –y más allá de algunos gestos de buena voluntad-, lo cierto es que el kirchnerismo ha mantenido las estructuras, instituciones y organizaciones que permitieron al “menemato” la entrega del patrimonio nacional y la explotación de los trabajadores.
Por ello, el eje de la discusión trasciende la cuestión salarial o la cantidad de días de clase o una pulseada entre gobierno y sindicatos. La cuestión ideológica subyace en las medidas que el antes neoliberal, menemista y duhaldista Capitanich -ahora devenido “nacional y popular” y kirchnerista- pretende imponer como la panacea para alcanzar la “calidad educativa”.
¿Qué papel le asigna el neoliberalismo a la escuela pública y a sus docentes? Leemos en Culturicidio (capítulo 8): “… en tiempos de hambre y exclusión social, en un esquema netamente asistencialista de atención elemental de la pobreza e indigencia, se convierten en refugios últimos bastiones de contención social y alimenticia de la niñez y la adolescencia a la intemperie.
Metamorfosis de la Escuela Pública, reconvertida en espacio funcional a la demanda empresaria y a la contención de la violencia que la propia exclusión genera. Sus docentes, entonces, en el mejor de los escenarios posibles, pueden aspirar a ser alfabetizadores y transmisores de conocimientos básicos. Empujón definitivo de su desjerarquización social. No hay que olvidar que uno de los requisitos más insistentemente formulados…, es la derogación de los Estatutos Docentes y el no aumento salarial…”
Podemos agregar que el hambre y la exclusión social persisten, que los aumentos salariales siguen siendo negados y que los Estatutos, cuando no pueden ser derogados, son ignorados olímpicamente en la práctica, al igual que otras leyes. El Estado capitalista liberal necesita a los docentes en la escuela, no para garantizar “Calidad” sino para contener la exclusión generada por él mismo. Ello explica que se destinen a extorsivos “presentismos” los fondos que se niegan a otras prioridades, como las expresadas también por el profesor Romero en Culturicidio (Epílogo, las negritas son del original): “piso salarial teniendo en cuenta el costo de vida; Condiciones materiales de trabajo con seguridad básica; edificios escolares adecuados , sostenidos y mantenidos en su funcionalidad diaria por el Estado; No más de 30 alumnos / as por aula, Tiempo de trabajo (jornada laboral): Distribuido en áulico o frente a alumnos /as y para la elaboración (…) según distintas tareas, nivel, modalidad y cantidad de personal por institución.
Igualmente engañosa es la antinomia “docentes vs. Padres y alumnos”. Los docentes también somos padres y nuestros hijos son, en su inmensa mayoría, alumnos de escuelas públicas de gestión estatal. Los docentes también necesitamos ser “incluidos” socialmente, pues el salario de muchos no supera la línea de pobreza. Y los padres de nuestros alumnos son trabajadores, ocupados o desocupados, como nosotros. De hecho, en todas las luchas docentes de los últimos años, el acompañamiento de toda la comunidad educativa ha jugado un papel esencial, entendiendo que un salario justo para un trabajador no beneficia sólo a un individuo o a un grupo, sino a la sociedad en su conjunto. Ésta es la lógica solidaria, tan distinta de la lógica del capitalismo liberal expresada en las propuestas del gobierno.
Con estas líneas, no he pretendido agotar el tema sino todo lo contrario: iniciar una reflexión y un debate con argumentos racionales, no con cifras manejadas tendenciosamente ni verdades a medias ni discursos incumplidos en la realidad.
Nuestro derecho a la educación y todos los derechos humanos merecen ese debate.
* Por Luis Argañaraz (Profesor y escritor de Resistencia-Chaco)
1 comentario:
Cuanto más ignorante sea el pueblo más conviene a los políticos. Romero es otro corrupto más del gobierno de Capitanich
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