El Ejército de Estados Unidos ya controla las calles de Puerto Príncipe. El desembarco de los good boys como se llaman los unos a los otros ha sido paulatino, primero en el aeropuerto y el puerto y después repartiendo ayuda con los helicópteros a zonas inaccesibles del país. Pero la misión humanitaria ha dado paso a otro tipo de controles y misiones.
Los militares estadounidenses ordenaron ayer el desalojo inmediato de todos los periodistas internacionales de la zona de acampada dentro del aeropuerto donde los reporteros compartían espacio con los cooperantes. El miércoles a las cinco de la tarde, hora haitiana, un soldado se acercó tienda por tienda a comunicar a los medios de comunicación que a las cinco de la mañana del día siguiente todo el mundo tenía que estar fuera.
Sin libertad de movimientos
El secretario de Estado para Iberoamérica, Juan Pablo de Laiglesia, visitó por la noche el campamento español para comunicarles que el Gobierno haitiano había dejado el control del aeropuerto a EEUU y que la Armada estadounidense necesitaba todas las instalaciones.
Aún así, De Laiglesia aseguró que España y también la UE habían presentado una queja formal contra EEUU y habían exigido libertad de movimiento para sus ciudadanos. Algo que ayer era imposible. A primera hora de la mañana, la puerta del aeropuerto estaba controlada por los soldados estadounidenses, y una vez que se salía advertían que había que llevarse todo consigo porque no se iba a poder entrar.
“Los próximos a los que van a echar vamos a ser nosotros”, predecía un cooperante español, al ver a los jóvenes soldados desplegados por todo el campo del aeródromo. “Out, out!”, gritaban los soldados, protegidos del fuerte sol con gafas oscuras a cualquiera que quería volver al aeropuerto.
Cuando se les pedía salir para volver a entrar en dos horas y recoger las cosas, el responsable de la puerta respondía que sí. “Pregunta por mí. Hick es tu hombre”, decía señalándose el nombre escrito en el uniforme. Pero al intentar regresar, Hick ya no está, y hay que empezar de nuevo las negociaciones con otro soldado.
16.000 soldados de EEUU
EEUU anunció ayer que ya están de camino a Haití otros 4.000 soldados más, con lo que el número total ascenderá a 16.000. Y su despliegue no se limita al aeropuerto. Barcos militares estadounidenses patrullan las aguas haitianas, cercando la isla para impedir un éxodo masivo. Los buques se alejan de la costa por la noche para impedir que los que intentan huir les aborden solicitando auxilio.
En las calles de Puerto Príncipe, los uniformes de camuflaje se mezclan con la miseria de las chabolas y de los edificios derruidos. El edificio de la televisión de Haití también fue tomado por un grupo de soldados estadounidenses. Además, la presencia de los soldados con sus enormes vehículos militares ha empeorado aún más el tráfico. Circular 200 metros en coche en algunos tramos puede llevar más de una hora. Ayer, en una de las glorietas de la ciudad, la policía haitiana, cascos azules de Naciones Unidas, soldados de EEUU y un ciudadano occidental con la estética de miembro de Blackwater daban direcciones contradictorias entre sí a los desesperados conductores.
Al margen del despliegue militar, Unicef denunció ayer el “descontrol absoluto” en la salida de 140 menores del país después del terremoto. Julie Bergeron, jefa de protección de Unicef, afirmó a Público que han enviado personal al aeropuerto para impedir la salida de niños sin papeles.
“Al menos en una ocasión un menor ha salido del país porque la persona que se lo llevó se limitó a decir en el aeropuerto que era el hijo de su hermana muerta”, denunció Bergeron. Los 140 menores salieron de Haití los primeros días después del terremoto con el permiso del Gobierno haitiano, pero, según Unicef, en circunstancias no del todo claras.
Los militares estadounidenses ordenaron ayer el desalojo inmediato de todos los periodistas internacionales de la zona de acampada dentro del aeropuerto donde los reporteros compartían espacio con los cooperantes. El miércoles a las cinco de la tarde, hora haitiana, un soldado se acercó tienda por tienda a comunicar a los medios de comunicación que a las cinco de la mañana del día siguiente todo el mundo tenía que estar fuera.
Sin libertad de movimientos
El secretario de Estado para Iberoamérica, Juan Pablo de Laiglesia, visitó por la noche el campamento español para comunicarles que el Gobierno haitiano había dejado el control del aeropuerto a EEUU y que la Armada estadounidense necesitaba todas las instalaciones.
Aún así, De Laiglesia aseguró que España y también la UE habían presentado una queja formal contra EEUU y habían exigido libertad de movimiento para sus ciudadanos. Algo que ayer era imposible. A primera hora de la mañana, la puerta del aeropuerto estaba controlada por los soldados estadounidenses, y una vez que se salía advertían que había que llevarse todo consigo porque no se iba a poder entrar.
“Los próximos a los que van a echar vamos a ser nosotros”, predecía un cooperante español, al ver a los jóvenes soldados desplegados por todo el campo del aeródromo. “Out, out!”, gritaban los soldados, protegidos del fuerte sol con gafas oscuras a cualquiera que quería volver al aeropuerto.
Cuando se les pedía salir para volver a entrar en dos horas y recoger las cosas, el responsable de la puerta respondía que sí. “Pregunta por mí. Hick es tu hombre”, decía señalándose el nombre escrito en el uniforme. Pero al intentar regresar, Hick ya no está, y hay que empezar de nuevo las negociaciones con otro soldado.
16.000 soldados de EEUU
EEUU anunció ayer que ya están de camino a Haití otros 4.000 soldados más, con lo que el número total ascenderá a 16.000. Y su despliegue no se limita al aeropuerto. Barcos militares estadounidenses patrullan las aguas haitianas, cercando la isla para impedir un éxodo masivo. Los buques se alejan de la costa por la noche para impedir que los que intentan huir les aborden solicitando auxilio.
En las calles de Puerto Príncipe, los uniformes de camuflaje se mezclan con la miseria de las chabolas y de los edificios derruidos. El edificio de la televisión de Haití también fue tomado por un grupo de soldados estadounidenses. Además, la presencia de los soldados con sus enormes vehículos militares ha empeorado aún más el tráfico. Circular 200 metros en coche en algunos tramos puede llevar más de una hora. Ayer, en una de las glorietas de la ciudad, la policía haitiana, cascos azules de Naciones Unidas, soldados de EEUU y un ciudadano occidental con la estética de miembro de Blackwater daban direcciones contradictorias entre sí a los desesperados conductores.
Al margen del despliegue militar, Unicef denunció ayer el “descontrol absoluto” en la salida de 140 menores del país después del terremoto. Julie Bergeron, jefa de protección de Unicef, afirmó a Público que han enviado personal al aeropuerto para impedir la salida de niños sin papeles.
“Al menos en una ocasión un menor ha salido del país porque la persona que se lo llevó se limitó a decir en el aeropuerto que era el hijo de su hermana muerta”, denunció Bergeron. Los 140 menores salieron de Haití los primeros días después del terremoto con el permiso del Gobierno haitiano, pero, según Unicef, en circunstancias no del todo claras.
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