A los habitantes de las Islas Malvinas se los conoce con el título de esta nota. Es una palabra inglesa que sirve para identificar a los isleños, también es usada despectivamente para señalar a ciudadanos de segunda clase, con menos derechos que los demás.
Los habitantes de la provincia del Chaco, tienen varias coincidencias en su haber para sentirse plenamente asimilados con la definición kelpers. Y se sabe, que geográficamente la provincia se encuentra muy lejos de las Islas Malvinas y que no viven dentro de ella ciudadanos malvinenses. Hay muchísimos argumentos para fundamentar esta afirmación.
Los dirigentes encabezan la “kelperización” chaqueña
Son de segunda clase. ¿Qué duda cabe? Mientras la provincia ostenta vergonzosamente el rótulo de la provincia más pobre del país, mientras la educación navega hacia el ostracismo, mientras los problemas energéticos son más ostensibles y alarmantes, mientras se pierden millones en negocios incomprensibles como por ejemplo Aerochaco. Mientras todo ello ocurre, nuestra dirigencia discute acaloradamente sobre: ¡¡¡la presidencia del Poder Judicial!!!
Viven entrelazados en peleas superficiales que comprueban que no solo son carentes de ideales sino que ostentan orgullosos ese desconocimiento-para no decir ignorancia- o esa incapacidad. Son de segunda.
¿O cómo llamar a la conducta de los dirigentes de la Alianza con Angel Rozas a la cabeza? Estuvieron doce años al mando de la provincia y ahora despotrican contra el actual gobierno como si fueran la palingenesia de los ideales que encauzarán al Chaco y sin embargo en su gestión solo se los recuerda por los negociados, los entuertos, las falencias en todos los sectores. Más de lo mismo.
Tampoco el Frente Chaco Merece Más puede alardear demasiado, esta provincia ha sido gobernada mucho tiempo por el partido Justicialista-por la justicia social, ¿vio?- ¿De qué justicia social puede hablar el Chaco si casi la mitad de sus habitantes están sumergidos en la pobreza? Dirigentes que se presentan como grandes próceres provinciales-por ejemplo Florencio Tenev, Deolindo Bittel, por nombrar a dos de los más representativos- son, entre otros tantos, principales responsables del oprobio provincial. ¿Pruebas? Solo basta con recorrer el Impenetrable, o si se quiere, para no ir tan lejos, los barrios marginales de Resistencia y nos encontraremos con la pobreza endémica fabricada durante casi un siglo de desidia e irresponsabilidad.
Tanto los dirigentes actuales como los históricos, pueden identificarse con un hilo conductor: navegan constantemente en cuestiones irrelevantes e improductivas para el interés provincial. Se pelean por ver cuales son los que siguen las líneas directivas que bajan a nivel nacional y cual ovejillas que son guiados por un pastor-podemos ejemplificar con un nombre no casual: el pastorcito Néstor- No tienen, ni quieren, ni saben, desprenderse de ésa directriz conductual. Así nos encontramos discutiendo sobre la importancia de los fondos del Banco Central mientras los cortes de luz se suceden sin solución a la vista, sin contar los precios extremadamente alto sobre todo para un servicio paupérrimo. Se debaten temas partidarios insignificantes e irrisorios, mientras la mitad de la población debe lidiar cotidianamente una lucha desigual con el bolsillo flaco para buscar el modo de comer con dignidad y frecuencia
Servicios más caros en la provincia más pobre
Desde el transporte urbano y suburbano de colectivos hasta la energía eléctrica, desde el agua potable hasta el gas envasado, todo cuesta más que en la mayoría de las provincias argentinas.
El transporte cuenta con un servicio deficiente y caro. El boleto único de colectivos en la capital provincial cuesta 1.80 $. En la ciudad de Buenos Aires, con un poder adquisitivo mucho mayor al del Chaco, con una diferencia enorme en cuanto a la calidad de prestación de servicios, el boleto cuesta 1.50 $. Es solo una muestra del despropósito que sufren silenciosamente día tras día los ciudadanos chaqueños.
De modo incomprensible la provincia sufre la falta de un correcto suministro de agua potable. ¿Por qué es difícil de entender ésta situación? Pues, porque el acuífero Guaraní se encuentra a centímetros de la provincia. Porque el Chaco está rodeado de frondosos ríos que delimitan sus fronteras, sin embargo casi la mitad de su población no cuenta con el vital elemento. Esto solo se entiende, se explica que los chaqueños son, mal que les pese a muchos, ciudadanos de segunda. ¿Exagerado? ¿Tremendista? No parece. Si notamos que en los grandes centros urbanos -queda claro que Resistencia no lo es- se derrochan miles de litros de agua potable solo para limpiar las veredas de los edificios mientras que gran parte de los chaqueños no tienen para beber. Inconcebible.
Durante décadas los habitantes de esta provincia pagaron el gas envasado, de 10 kg., a un precio congelado que rondaba entre los 25 a 35 $, en la actualidad se consigue a 16 $. Una garrafa para una familia tipo, de clase media-baja dura, usándola exclusivamente para cocinar, aproximadamente dos semanas. Mientras tanto, en Paraná, capital de Entre Ríos, una familia de clase media-alta, paga el servicio de gas natural, provisión que incluye dos cocinas, calefón para toda la casa, calefacción, un precio de 60 $ bimensual, ¡si, cada dos meses! Todo se explica, se comprende, que los chaqueños son kelpers. ¿Acaso existe otra explicación? Cabe señalar que Chaco, junto a Formosa, Corrientes y parte de Misiones, son las únicas provincias que no cuenta con la provisión de gas natural. Aunque queda la promesa del gobierno provincial que en poco tiempo la provincia va a contar con ese esencial servicio. Solo hay que tener fe y…. ¡¡rezar!! Para que eso se cumpla.
Un tema de sumarísima vigencia como lo es el servicio energético es otra muestra cabal de la desigualdad, de la injusticia que soportan cotidianamente los chaqueños. A los consabidos problemas que ocasiona los “cortes programados” del servicio y las bajas permanentes de tensión, ahora hay que sumarle los precios altísimos que impregnan vergonzosamente las boletas de Secheep. Así nos encontramos con que una familia chaqueña de clase media a baja, con lámparas de bajo consumo en toda la casa, con una heladera con freezer, con una computadora, un televisor y un ventilador de techo, paga la suma de 136 $ mensualmente. En cambio una casa de clase media-alta, con dos aires acondicionados, con dos heladeras con freezer, con dos televisores, con lavarropas automáticos, etc., paga en Entre Ríos la suma de 40 $ bimensualmente. Si bien es verdad que la provincia de las lomadas cuenta con una regalía producto de la represa hidroeléctrica Salto Grande, la diferencia respecto del Chaco es casi una obscenidad. No justamente por culpa de los entrerrianos sino por la incapacidad y la desidia de los gobernantes que han guiado al Chaco al ostracismo crónico. También es necesario resaltar que en varias provincias de la Patagonia, donde se pagan los sueldos más altos del país, tienen regalías en el servicio del gas natural debido a las inclemencias climáticas por el duro invierno en esa parte del país. ¿No debería tener Chaco el mismo concepto de aplicación de regalías, en este caso en energía eléctrica, debido a las altísimas temperaturas que soporta gran parte del año la provincia, en donde el aire acondicionado no es un lujo sino una necesidad imperiosa? Debería, pero se sabe que lo que habitan en este territorio, son ciudadanos de segunda, kelpers y deben pagar por ello.
Somos todos responsables
Sin contar con los gobiernos de facto, los gobernantes han sido elegidos a través de elecciones democráticas. Sin embargo casi siempre se cae en un bipartidismo arrufianado para el interés común.
Se dijo cuando en el 2007 Capitanich fue electo gobernador que la población buscaba un cambio.
Se entiende la necesidad de renovación después de doce años de una Alianza nefasta y denigrante. Pero, ¿era el cambio potable, seguro un partido como el Justicialismo que ha conducido una importante porción de la historia provincial? Decididamente: ¡¡No!! Pero otra vez se incurre en el error, casi inconciente, de confiar en estos partidos fabricantes del fracaso chaqueño.
Cuesta encontrar la diferencia precisa para calificar sociológicamente a este pueblicidio que soporta casi tradicionalmente el Chaco. Tal vez lo más cercano sea la definición que dio José Ingenieros, refiriéndose al país, en El Hombre Mediocre: “Ningún clamor del pueblo se percibe; no resuena el eco de grandes voces animadoras. Todos se apiñan en torno de los manteles oficiales para alcanzar alguna migaja de la merienda. Es el clima de la mediocridad. Los estados tórnanse mediocracias”. Cualquier similitud con la realidad chaqueña no es mera coincidencia.
Lic. Roberto Espinoza (libreperiodismo@hotmail.com)
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