jueves, 18 de febrero de 2010

¿Qué estamos respirando?


Al mediodía, cuando la sensación térmica se vuelve insoportable, muchas personas sienten que les falta el aire, se les cierran los ojos, una concreta pesadez se apodera de sus cuerpos, pueden sufrir vahídos y en algunos casos se desvanecen transitoriamente. ¿Es todo culpa del calor sofocante? En parte: el aire metropolitano los ha intoxicado con un cóctel nocivo, producto de la interacción de los rayos solares con una amplia gama de gases contaminantes. El impacto es mayor entre quienes padecen asma, enfisemas u otras afecciones pulmonares.

Sería preciso asumir que las persistentes altas temperaturas que se están registrando en numerosos puntos de nuestro país provocan en las zonas urbanas algunos fenómenos que afectan la salud pública. No se trata apenas del mentado “golpe de calor” sino de una realidad tóxica y esquiva: el smog fotoquímico. El término proviene del idioma inglés y fusiona dos palabras, smoke (humo) y fog (neblina).

A nuestro alrededor, miles de caños de escape emiten gases que saturan el aire metropolitano, al mismo tiempo que los efluvios de muchos procesos industriales y la quema de petróleo o gas natural en las centrales térmicas que generan electricidad. La luz solar (fotones) interactúa con el óxido nítrico, los compuestos orgánicos volátiles, el nitrato de peroxiacilo, el ozono de superficie y otras emisiones gaseosas como el benceno (vapores de nafta) que es diseminado cada vez que alguien se abastece en una estación de servicio.

Así, los fotones solares cocinan esa volátil sopa química llamada esmog, socavando la calidad del aire urbano y desatando procesos de intoxicación para los cuales nadie ha sido preparado. Las agencias de protección ambiental de Estados Unidos y Canadá, a la par de laboratorios avanzados de numerosas universidades y, en particular los expertos de la American Lung Association (Asociación Estadounidense del Pulmón), basados en amplias investigaciones, han vinculado el ozono inhalado con males cardiovasculares y pulmonares, y “cualquier cosa desde síntomas respiratorios, como tos o respiración con silbidos, hasta la admisión en un hospital”. Un estudio, patrocinado por la U.S. Environmental Protection Agency cotejó las tasas de decesos con los niveles atmosféricos de ozono diario en 95 ciudades de los EE.UU. durante 14 años y encontró que los aumentos en el ozono cotidiano estaban asociados con aumentos concurrentes en las muertes por tales causas.

La entidad pediátrica norteamericana Kids Health destaca que el ozono es un gas fundamental que se encuentra en la atmósfera superior e inferior de la Tierra y que filtra la radiación cósmica. Es diferente al ozono hostil que se encuentra en la atmósfera inferior, existe naturalmente de 16 a 48 kilómetros por encima de la Tierra y nos protege de los rayos ultravioletas del sol. “Pero el ozono a nivel del suelo es diferente ya que se encuentra muy cerca de la superficie de la Tierra y es un contaminante peligroso. Se produce cuando la luz del sol se combina y reacciona con las sustancias químicas que producen los vehículos, las plantas de energía y las fábricas. Por ello, el ozono superficial –componente principal del esmog contaminante de las ciudades– tiende a ser más elevado en los climas con más luz solar o cuando predominan los climas calientes y con poco viento”.

El ozono de superficie (O3) es un gas incoloro que constituye la mayor parte del esmog. Desde comienzos de los años ochenta, numerosas investigaciones científicas demostraron que la exposición a niveles elevados de ozono reduce la capacidad respiratoria de los seres humanos. Asimismo, análisis ecológicos efectuados en diversas metrópolis estadounidenses indican que las visitas diarias a las guardias hospitalarias de urgencia por exacerbación del asma se incrementan en los días de extrema contaminación por el ozono de superficie.

Varios informes sostienen que, cuando se elevan los niveles de ozono, más asmáticos sufren ataques que requieren atención médica o el uso de medicamentos adicionales. Asimismo, el ozono puede inflamar y dañar las membranas pulmonares. Algunos especialistas comparan el efecto del ozono en la membrana que recubre el interior del pulmón con el efecto del sol al quemar la piel, o sea que el ozono daña las células que recubren los espacios de aire en el pulmón. Al cabo de unos cuantos días, las células dañadas son repuestas y las células muertas se descartan, de una manera parecida a la piel que se descama después de una quemadura de sol. Si este tipo de daño ocurre repetidas veces, el pulmón puede alterarse permanentemente causando problemas a largo plazo en la salud, con una peor calidad de vida. Entretanto, resuenan las ambulancias.

* Por Miguel Grinberg

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